Agua para los Dioses ~ Escena 1ª

¡Hola, fantasiófilxs! ¡Feliz Navidad!

Entre estudiar y estudiar he decidido pasarme por aquí para traeros la primera parte de un relato que escribí este verano. ¡Espero que os guste! (Especialmente a ti, Sindy, que salen más estrellas que otra cosa 😉).

 
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La primera vez que las Estrellas se fijaron en ella no estaba tan lejos del cielo como una vez lo estuvo. Ninguna de ellas pudo entonces intuir que llegaría el día en que aquella muchacha ocuparía un lugar entre ellas, y que los más soñadores crearían historias sobre su origen, si bien sus dedos ansiosos de leyendas nunca podrían llegar siquiera a rozar lo que verdaderamente sucedió.


La joven, aunque ya nadie lo recuerde, se llamaba Nesea. Ella era una nereida, una Hija del Agua, y, como tal, su lugar estaba en las profundidades del mar, no en el alto cielo que cubría el mundo con su misterioso manto. Así se lo habían enseñado, al menos, aunque ninguna de esas palabras pudo hacer nunca mella en el corazón de la joven. Si ella era Agua, se decía, algún día dejaría de correr por la Tierra para hacerlo por el Cielo.

Nesea soñaba. Soñaba con leyendas, aventuras, Estrellas y el Reino de los Dioses, y con ocupar, algún día, un lugar en todo aquello. Soñaba con apartarse del destino de sus hermanas nereidas, que se contentaban con las aguas, la tierra y los hombres que dedicaban versos a su delicada belleza de ondeantes formas. Aquella vida no era para Nesea, y por eso soñaba. Se imaginaba a sí misma burlando la realidad que siempre le habían enseñado a aceptar, aquella jaula de barrotes de cristal, tan bonitos como afilados.

Nesea soñaba, hasta que se cansó de hacerlo. Una noche de fría tempestad, se armó del valor necesario para romper la agitada superficie y despedirse de aquellas profundidades que, esperaba, no volvería a ver jamás. Aquella fue la primera vez que la nereida pisó tierra, la primera vez que renunció a su cola a cambio de unas piernas, y se alejó del mar, vestida con un manto de noche y perlas de agua sobre la piel. Aquella fue, también, la primera vez que alzó la vista al cielo y vio, al fin, los brillantes ojos que lo poblaban, y que serían los únicos testigos del momento en que la joven dejó de soñar y comenzó a actuar.

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# Entrada 8/50

Gracias por leer y déjate llevar por la fantasía...

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