Érany, libertadora de esclavos
Su madre la despertó apresuradamente y, sin esperar ni un instante, la cogió de la mano y la sacó de la cama. Érany, aferrando la mano de su madre, corrió torpemente por el pasillo, intentando desperezarse. Un fuerte estruendo provenía de algún lugar del castillo y el miedo afloró en el corazón de la niña. Corrieron escaleras abajo y se hallaron frente al peligro. Su madre le soltó la mano y le gritó que corriera, que viviera, y Érany corrió. Se giró justo a tiempo de ver la imagen que nunca podría olvidar, que la acompañaría incluso en sus peores pesadillas.