El vampiro olvidado

¡Hola! Hoy he decidido rescatar este relato que escribí basándome en una historia que tres amigas y yo inventamos una tarde hace algo más de cuatro años. Es una historia que me encanta porque es el mejor ejemplo de lo que significa dejarse llevar por la imaginación sin pensar demasiado en la lógica. Además, he querido reescribirla (manteniendo el contenido) porque al leerla hace unos días noté que mi forma de escribir ahora era algo distinta a la de entonces.
Dicho esto, podéis leer ambas versiones para comparar o solo una de ellas si no os apetece leer las dos ❤. ¡Espero que lo disfrutéis!


El vampiro olvidado ~ 10/03/2015

El único ruido perceptible era el del crujido de unas patatas fritas mezclado con la conversación de cuatro jóvenes. La iglesia se erguía, solitaria, junto al banco que ocupaban las alegres muchachas, ignorante ante lo que estaba a punto de suceder.

Todo comenzó con una botella agitada.

Una de las jóvenes abrió su botella de coca cola y su contenido le cubrió el pantalón de lunares oscuros. Las cuatro se rieron. Después, acompañada por la suave brisa de finales de invierno, la joven de la coca cola se levantó del banco y cogió la bolsa, ya vacía, de patatas. Las otras tres amigas la observaron curiosas acercándose al cubo de basura, y también vieron a un grupo de motoristas pasar en ese instante por la carretera. Un escalofrío las recorrió por dentro y trataron de advertir a su compañera de ese peligro indeterminado que presentían.

Pero nada. Las motos pasaron de largo y las jóvenes se permitieron un momento de relax; lo suficiente. La otra muchacha llegó hasta su destino y echó en él la bolsa vacía. Inesperadamente, una despiadada mano salió del cubo metálico, agarró a la joven y se la llevó consigo tan veloz como había aparecido. No pudo gritar y sus amigas no pudieron reaccionar; se levantaron inmediatamente y corrieron hacia el cubo de basura.

Un ruido de motores les impidió avanzar. Los motoristas que tan mal presentimiento les habían transmitido habían conducido hasta el otro lado de la iglesia y las esperaban. Sus expresiones eran crueles y viles, como sus intenciones. Hacían rugir las motos elevando un humo negro hasta más arriba del campanario. Las tres jóvenes estaban inmóviles, conscientes de que lo menos que iban a recibir de esos hombres era un secuestro. Ellos se separaron de las motos y, despacio, avanzaron hacia sus temblorosas presas.

A pocos metros de ellas, casi seguros de que nada podía quitarles su botín, la puerta del transepto de la iglesia se abrió. Pero no salió un cura o un orante, no, ¡salió un zombi armado con una metralleta! Las muchachas instintivamente se echaron al suelo y cubrieron la cabeza con las manos. Los motoristas no fueron tan inteligentes y recibieron de lleno los disparos del zombi.

Sus cuerpos inertes cayeron al suelo con un ruido seco, pero, a pesar de todo el jaleo, ningún habitante de aquella villa se dignó a acercarse y descubrir lo que sucedía. Las tres muchachas que quedaban se levantaron cautelosas y se arrastraron hasta la parte trasera del banco. Sus respiraciones eran agitadas y estaban demasiado asustadas como para gritar.

El zombi permanecía allí, dispuesto a disparar en cualquier momento. Cuando parecía que la esperanza había desaparecido, una de las amigas, la de cabellos más largos, se levantó con seguridad y señaló el campanario de la iglesia.

— ¡Allí! ¡Batman nos salvará!

Las otras dos no entendían su euforia, solo llegaban a distinguir una bolsa negra sobre el campanario. Pero su compañera fue demasiado ingenua. El zombi disparó descontroladamente hacia el campanario y Batman, o la bolsa, recibió más disparos de los que cualquier ser vivo o inerte puede soportar. Sin embargo, continuó erguido/a, con dignidad, dispuesto/a a resistir hasta el final.

La joven de cabellos largos recibió una bala perdida del zombi y cayó al suelo. Sus amigas la socorrieron. Aún respiraba y si salían de allí, al menos tres de ellas habrían logrado sobrevivir, porque el destino de la cuarta era desconocido…

El zombi chilló y las muchachas creyeron que había llegado su hora. Sin embargo, el suelo tembló a tiempo y desequilibró al muerto viviente, aunque no soltó la metralleta. A partir de ese momento todo sucedió demasiado deprisa.

Un vampiro, no nos olvidemos del vampiro, salió por la misma puerta que el zombi; pero solo llegó hasta ahí.

La iglesia estalló en una inmensa explosión que se llevó por delante al zombi y al vampiro, a Batman-bolsa y al cubo de basura; a las tres amigas y probablemente a la cuarta. Si quedaba alguna posibilidad de sobrevivir, había desaparecido con aquella explosión.

Y finalmente, la iglesia continuó estallando en purpurina rosa.

★★★

El vampiro olvidado ~ 06/07/2019

Todo estaba sumido en una inusual calma. Solo la alegre conversación de cuatro jóvenes sentadas en un banco y el crujido de unas patatas fritas rompían el silencio. La iglesia se alzaba ante ellas, solitaria; nadie podía prever lo que estaba a punto de suceder.

Una botella de coca cola agitada fue la que dio inicio a lo inevitable.

Una de las jóvenes la abrió sin esperar que la bebida se derramase por sus pantalones de lunares oscuros. Las demás se rieron. Una suave brisa de finales de invierno se hizo notar cuando la joven se levantó con la bolsa de patatas, ya vacía, para tirarla. Las tres amigas, todavía sentadas en el banco, la observaron acercarse al cubo de basura. Un grupo de motoristas pasó en ese momento por la carretera que tenían a sus espaldas, provocando un escalofrío en las tres jóvenes, que trataron de advertir a su amiga de un peligro indeterminado, un mal presentimiento.

Pero no sucedió nada. Las motos se alejaron sin más y las amigas se tranquilizaron, aunque esa calma no tardó en desaparecer. Al llegar junto al cubo de basura, la joven echó la bolsa vacía en él. Inesperadamente, una mano salió del interior del agujero, agarró a la chica y se la llevó tan veloz como había aparecido. Ella no fue capaz de gritar y sus amigas no supieron cómo reaccionar; se levantaron con temor y corrieron hasta donde segundos antes se encontraba la joven.

No pudieron hacer nada, un sonido de motores las paralizó; los motoristas de antes habían rodeado la iglesia, donde las esperaban con sus crueles y viles expresiones, tan malévolas como sus intenciones. Junto al rugido de las motos, un humo negro se elevaba más allá del campanario. Las tres amigas seguían inmóviles, aterradas ante la idea de que un secuestro parecía lo más leve que esos hombres tenían intención de hacer. Ellos se separaron de las motos para acercarse lentamente a sus temblorosas presas.

A escasos metros de ellas, con los motoristas casi seguros de que ya nada podría quitarles su botín, la puerta del transepto de la iglesia se abrió. Pero de ella no salió un cura o un creyente, no, ¡salió un zombi armado con una metralleta! Las jóvenes se lanzaron al suelo instintivamente y se cubrieron la cabeza con las manos. Los motoristas no fueron tan inteligentes y recibieron de lleno los disparos del zombi.

Sus cuerpos inertes cayeron al suelo con un ruido seco. A pesar de todo el jaleo, ningún habitante de aquella villa pareció sentir interés y acercarse para ver lo que sucedía. Las tres amigas que quedaban se arrastraron, cautelosas, hasta la parte trasera del banco; respiraban con agitación y estaban demasiado asustadas como para gritar.

El zombi no se movió de allí, dispuesto a disparar en cualquier momento. La esperanza estaba a punto de abandonarlas por completo cuando una de las amigas, la de la melena más larga, se levantó con una sorprendente seguridad y señaló el campanario de la iglesia.

—¡Allí! ¡Batman nos salvará!

Las otras dos no entendían su euforia, temían que la tensión hubiese podido con ella y su imprudencia fuese fruto de la locura, porque lo único que llegaban a distinguir sobre el campanario era una bolsa negra. En efecto, la joven fue demasiado ingenua. El zombi empezó a disparar sin control contra el campanario y Batman, o la bolsa, recibió más disparos de los que cualquier ser vivo o inerte podría soportar. Aun así, continuó erguido con indudable dignidad, dispuesto/a a resistir hasta el final.

La joven de la larga melena cayó al suelo al recibir una bala perdida del zombi. Sus amigas la socorrieron al instante; todavía respiraba. Si conseguían salir de allí, al menos tres de ellas podrían salvarse, porque el destino de la cuarta amiga seguía siendo desconocido…

El zombi chilló. Las jóvenes ya creían que había llegado su hora cuando el suelo tembló, lo que desequilibró al muerto viviente, aunque ni así soltó la metralleta. A partir de ese momento los acontecimientos se precipitaron.

Un vampiro, no nos olvidemos del vampiro, salió por la misma puerta que el zombi, pero no pudo ir más allá. De repente, la iglesia estalló en una inmensa explosión que se llevó por delante al zombi y al vampiro, a Batman-bolsa y al cubo de basura, a las tres amigas y probablemente a la cuarta. Si quedaba alguna posibilidad de sobrevivir, se la había llevado aquella explosión.

Al final solo quedó una iglesia estallando en purpurina rosa.


Photo by JR Korpa on Unsplash

*Los hechos aquí narrados son totalmente ficticios, cualquier coincidencia con personas o lugares reales es pura casualidad (o no ;).

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Gracias por leer y déjate llevar por la fantasía...

Comentarios

  1. Creo que necesito ler este relato cada certo tempo, porque de cada vez é aínda mellor. Gracias por escribilo; estou casi chorando da risa :D. (E gracias de parte do vampiro olvidado por non olvidarte del e darlle, ademais, o privilexio de estar no título).

    Un bico!!

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    Respuestas
    1. Nadiña! O mellor de todo é que esta historia está baseada en parte na realidade, pero deixaremos en segredo que é real e que é ficción ;)

      Bicos de estrelas!!

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