Corazón de cristal

Un corazón de cristal se rompe.
Un corazón de cristal es afilado.
Un corazón de cristal es frágil.
Un corazón de cristal es la más pura y extraña de las rarezas, hermoso, brillante, transparente.


Una mujer de dulces ojos castaños miraba a las estrellas. Había algo en ellas que la fascinaban, algo casi mágico… 
Ermnem la encontró absorta en sus pensamientos, las cortinas se movían suavemente por una leve brisa. Se recolocó el turbante, nervioso, y habló:
—Su Majestad quiere recibiros ya.
La mujer regresó al mundo real, sonrió a las estrellas y dio la espalda a la noche.
—Pues ahora me verá.

En otro lugar, en otro tiempo, una niña lloraba; se llamaba Panma y las lágrimas cristalinas recorrían sus mejillas como pequeños riachuelos. Le habían tirado del pelo, le habían deshecho su preciada trenza, así que lloraba. Al volver a casa, cruzando las empolvadas calles de piedra, acompañada por varios animales sagrados, intentó esconder los restos de su llanto. Fue imposible, ella misma era tan transparente que no le quedó más remedio que contar a sus padres lo que había sucedido en el colegio.
—¿Y por qué se metieron contigo? —quiso saber la madre.
Panma suspiró y respondió bajito:
—Por llorar cuando Iannen se cayó en la entrada y se hizo daño…
Sus padres se miraron, entristecidos y resignados; ya habían asumido que no había forma de que la pequeña controlase sus emociones. Si lloraba, lloraba, si reía, reía y esa Panma, aunque sus compañeros no pudiesen entenderla. Ambos se inclinaron junto a ella.
—No puedes llorar tanto —dijo su madre con suavidad— ya ves lo que hacen los otros niños.
—Pero… —añadió su padre— como va a ser imposible que dejes de sentir todo eso que sientes, que es precioso aunque a veces duela, tienes que intentar protegerte.
Panma asintió y su madre la abrazó.
—Tienes un corazón de cristal, estoy segura —le susurró—, por eso debes protegerlo, para que nadie te lo rompa ni te lo robe.
Un corazón de cristal…
Esa noche, Panma miró las estrellas desde su ventana, pensando en su corazón. No creía tener realmente un corazón de cristal, eso era algo tan extraño que hacía tiempo que se había convertido en leyenda. Pero su madre había conseguido animarla.
Panma creció y aprendió a contener sus sentimientos. Los contenía lo justo para que nadie pudiera adivinar hasta qué punto la afectaban las palabras, los acontecimientos, las miradas, la brisa del viento… Por desgracia, no hubo nada que hubiese podido prepararla para lo que sucedió.
Porque llegaron. Robaron. Mataron. Se fueron. Y el pueblo se dividió.
Unos vecinos acabaron luchando contra otros y cuando Panma vio el inerte cuerpo de su madre, que había salido a por provisiones, se olvidó del viento y de las estrellas y se encerró en su cuarto, el único lugar que la alejaría del mundo. Nadie pudo sacarla de allí durante meses. Y nadie supo lo que hizo durante ese tiempo. Sin embargo, los rumores corrían y no tardó en empezar a contarse que una joven, un corazón de cristal y un cofre llevaban meses ocultos en algún lugar del poblado. Y con eso, la gente emprendió la búsqueda de esa maravilla, creyendo que la joven custodiaba el corazón en ese cofre. Creyendo, en su locura, que nada importaba más que hacerse con semejante objeto.
Un día, Panma miró atentamente el cofre. Su padre le había hablado a través de la puerta sobre las historias que se inventaban por los rumores de su encierro. ¿Hasta qué punto eran inventadas esas historias? ¿Y si realmente tenía un corazón de cristal? Lo llevaba pensando mucho tiempo, porque ese corazón de cristal la hacía pensar en su madre y pensar en ella era la forma más fácil de sentirla cerca. Ese día, observó el cofre con una mirada diferente. ¿Y si… dejase su corazón en él? Como todos creían que había hecho ya. Porque cuando susurraba el nombre de su madre, ya no tenía dudas, sabía perfectamente de qué estaba hecho aquel objeto que latía en su pecho.
Así que dejó su corazón de cristal en aquel cofre de madera.
Su padre, que la había protegido durante meses para que nadie la creyese poseedora de tal prodigio, la vio bajar al pasillo. No había brillo en su mirada, no había fragilidad en su cuerpo, no había nada de corazón de cristal en la joven que bajaba con un cofre en las manos.

La mujer acudió ante su Majestad con un pequeño cofre de madera entre sus manos. Llegó a un amplio salón cubierto de ricas alfombras con hilos de oro. Los presentes contuvieron la respiración al verla llegar. El soberano fue claro cuando la tuvo frente al trono, también hecho de alfombras.
—Poseéis la sabiduría que hace años salvó a uno de mis pueblos. Dicen que en ese cofre guardáis el poder que os ayudó a acabar con la locura y la desesperación que quedó tras un ataque bárbaro y sanguinario. Ahora, como vuestro señor, reclamo ese bien.
Ella asintió despacio, con una sonrisa dulce y delicada.
—Es todo vuestro.
Y abrió el cofre.
El soberano contuvo el aliento.
—¿Qué significa esto?
La mujer sonrió.

—Panma —la llamó su padre.
La joven no contestó, se acercó a una de las vasijas con agua y se observó. Pelo negro como la noche, piel morena como la tierra, ojos castaños como la corteza. Llevaba con ella el cofre.
—Panma —repitió él al verla con intención de salir.
—Todo irá bien.
Y salió a la calle, donde todavía brillaba el sol y la gente se miraba con desconfianza. El cofre no pasó desapercibido y muchos dejaron sus quehaceres para constatar que los rumores eran ciertos. Otros fueron a llamar a más gente. Al final casi todo el pueblo se había reunido, expectante, alrededor de Panma.
—Nadie nos preparó para los horrores que nos ha tocado vivir —dijo ella—. Han sido meses de angustia y lo seguirán siendo, para todos. Por eso, si entregaros el mayor de mis tesoros puede lograr que acabemos con el horror que nosotros mismos llevamos manteniendo, ¡aquí lo tenéis!
Alzó el cofre para que todos lo vieran, pero su padre llegó antes de que lo abriera.
—¡No! Por favor, Panma, no se lo entregues —la abrazó entre lágrimas—, tu corazón es lo más bonito que existe en este mundo. Un corazón capaz de sentir lo que sienten los demás, ¡capaz de transmitir los sentimientos más puros! No se lo entregues…
Panma le dio un beso en la mejilla y lo separó.
—Por eso mismo se lo voy a entregar, para que ellos mismos entiendan en qué nos estamos convirtiendo.
Entonces abrió el cofre. La gente se extrañó, empezó a ponerse nerviosa, empezaron a mirarse unos a otros.
—Esto —Panma señaló el cofre— es lo único que necesitamos para reconstruir nuestras vidas. Y quien no lo crea así es porque no quiere intentarlo. Porque no hace falta nada más, porque ahora es todo vuestro, aunque siempre lo haya sido.
Tras aquel día, aún tardaron algún tiempo, pero lo hicieron. Reconstruyeron un pasado y crearon su futuro. Y cuando alguien les preguntaba cómo habían logrado volver a confiar entre ellos, siempre respondían lo mismo: por el cofre de Panma.
La joven del corazón de cristal creció y pudo formarse con los más importantes sabios de la época; salvar a un pueblo de su propia barbarie le abría puertas muy interesantes.

—¿Qué significa esto? —preguntó el soberano.
La mujer sonrió.
—Significa que cualquiera puede tener un corazón de cristal si quiere. Ningún corazón es perfecto, no existe ese corazón de cristal legendario y maravilloso, existen muchos corazones dispuestos a cambiar, a dejar atrás el pasado, a atreverse a afrontar el futuro.
Porque el cofre, años atrás, había ayudado a su pueblo a entender que el mayor tesoro del mundo lo tenía cada uno en su propio pecho.
Porque el cofre estaba vacío.
Pero Panma tenía razón, ese era el mayor tesoro de todos, que cada uno podía tener su propio tesoro.
No era necesario nada para seguir adelante, solo ellos mismos.


Gracias por leer y déjate llevar por la fantasía...

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