Una amistad más allá de las estrellas
A Alba
Esta historia podría
empezar como un cuento de princesas. Dos jóvenes señoritas perdidas en un mundo
de tonos grises sin saberlo. Y, aun en la ignorancia, juntas descubrieron todas
aquellas tonalidades que pintaban la vida. Donde todos miraban hacia delante,
ellas miraron hacia el cielo y se encontraron con hermosísimas esferas
luminosas sobre sus cabezas. Infinidad de matices y colores las hacían
resplandecer.
Pero sería incorrecto
comenzar así, porque en realidad, esta no era más, no es más que una de las
tantas historias que creamos alguna vez en esas inolvidables tardes. La palabra
“infinidad” se convirtió en una de nuestras favoritas, bueno, vale, más bien
era lo único que mereció la pena de aquella maravillosa historia de colgantes
de espiral y cuevas X. Miento, y lo sabes muy bien, porque aquella historia que
ahora nos parece tan “mejorable” es el origen de la historia más importante que
llevamos planificada hasta ahora (y no podemos negar que nos reímos solo de
pensar en las absurdidades que pusimos en aquellos folios a los 12 años…).
En fin, creo que
estoy aquí para contar una historia y no se trata de una cualquiera; se trata
de Nuestra Historia. Adoro escribir, leer y también la fantasía, pero sin duda
lo que he aprendido de verdad contigo es que la realidad supera a cualquier
libro por maravilloso que sea. ¡Y aquí estoy yo para demostrarlo!
Antes empecé hablando
de unas princesitas que aprendieron a ver la luz y el color… No es tan distinto
a lo que sucedió. Yo aún era muy joven (aunque solo hayan pasado cinco años y
algunos meses más). El caso es que las circunstancias hicieron que yo, esa
personita, tímida y amedrentada, fuese separada de todo lo conocido y tuviese
que enfrentarse a la realidad. Fue duro y estaba asustada, pero sin duda no me
esperaba encontrar en aquel desconocido lugar a una persona idéntica a mí. Tú
no habías experimentado esa clase de cambio en tu vida que te incitaba a
reflexionar como a mí, y sin embargo no hizo falta.
Aquellas princesas
del principio de este cuento no contaban con que hubiese gente en contra de la
belleza de la luz y los colores. Para esas personas representaba la esperanza,
los sueños y la libertad. Evidentemente las pequeñas no vieron nada malo en
ello y se dedicaron a jugar con esa nueva experiencia.
Con nosotras fue algo
parecido. No sé lo que habría pasado de no haberte conocido, y no necesito
saberlo. Porque gracias a ti empecé a ver los libros como algo más que
historias bonitas para leer un rato. Gracias a ti aprendí a apreciar la
escritura hasta convertirla en parte de mi vida. Comprendí que ni era la única
con esta curiosa afición, estabas tú, ni era nada malo. Éramos así, nos gustaba
serlo y lo seguimos siendo.
Y entonces llegó la
magia. Solo nosotras la apreciamos como tal, algunos la infravaloraban o la
ignoraban. ¿Pero de qué otra forma se puede denominar a algo capaz de unir a
dos personas de una forma tan bonita? ¿A algo tan sencillo y a la vez tan
grande? Antes no escribíamos demasiado en serio, y sin embargo crear historias
ya estaba en nosotras.
Hubo muchas, algunas
mejor no mencionarlas por respeto a nosotras mismas, otras quedaron olvidadas
en el tiempo. No hay una más importante que otra porque todas influyeron en que
estas palabras, ahora, estén llegando a ti. Sin embargo, me permito mencionar a
Sindy y a Rush, nuestras queridas brujas. ¿Se imaginarían ellas que llegaríamos
tan lejos? Creo que ya lo sabían.
Yo era Sindy y tú
Rush y, aun así, desde la primera vez que aparecieron en nuestras vidas, en
aquel cómic que algún día encontraremos, ya eran más que simples personajes.
Ellas hacían magia y vivían aventuras, pero nosotras no nos quedábamos atrás.
Están aquellas dos
jóvenes e intrépidas princesas que se atrevieron a desafiar lo imposible.
Claro, no pudieron hacer mucho cuando personas crueles de ese mundo gris las
empujaron a huir. Y mucho menos cuando el suelo se deshizo bajo sus pies y
cayeron, simplemente cayeron observando las hermosas esferas luminosas que
habían iluminado su vida y que ahora dejaban atrás…
Hoy en día cualquiera
se reiría porque alguien se plantease siquiera pedirle a otra persona ser
mejores amigos. Yo lo recuerdo con una agradable nostalgia. Me lo pediste tú,
sí, en aquel callejón cuando las farolas ya comenzaban a encenderse. Tal
privilegio era inimaginable para mí así que necesité por lo menos un día o algo
más para pensarlo bien. Algunos se toman el título de mejor amigo a la ligera,
y si llegasen a leer esto se burlarían de la escena. Pero nosotras, a día de
hoy, estamos más unidas que nunca y sé de gente que daría mucho por tener ese
lazo de amistad tan fuerte que nos une.
Después de tomarme
aquel pequeño margen para asimilar la idea, necesité hablar contigo. Me sentí
mal porque tal vez habías sentido mi tiempo de reflexión como un pequeño
rechazo, por eso no quería esperar más. Por aquellos tiempos en los que el
Messenger existía y ocupaba nuestras tardes, una personita, yo, le pidió a
otra, tú, ser mejores amigas. Tu sí no se hizo esperar. Y yo, que no suelo
guardar recuerdos tan nítidos de cuando tenía aquella edad, recuerdo esa
mañana. Nos encontramos de camino al colegio, en la plaza, y tú me miraste con
una sonrisa que todo lo decía, y me saludaste:
—¡Hola, mejor amiga!
Y yo me sentí la
persona más afortunada del mundo por poder guardar ese momento en mi memoria.
Por poder recordarlo ahora con orgullo y alegría.
Nuestra amistad fue
creciendo al tiempo que la de las pequeñas princesas, que debían sobrevivir en
un extraño mundo de hadas brillantes y sirenas que no sabían serlo.
Y llegados a este
punto seguro que te preguntas por qué precisamente te estoy recordando esta de
tantas historias que tenemos. ¿Aún no lo adivinas? Bien, te lo diré: porque no
llegó a nada. Y ahora es cuando te planteas si me he vuelto loca, pero no es
eso.
Si escogí esta
historia, además de por casualidad, fue justo por eso, por ser un fracaso.
Porque cierto, por aquel entonces se deshizo en el aire en cuanto la dejamos de
lado. ¿Pero a que guardas en algún cajón o carpeta aquellos dibujos? ¿A que
recuerdas nuestros inútiles intentos por representar a las sirenas? Pues eso,
que los fracasos, los contratiempos o las decepciones no siempre son malos.
Esa historia fue
muchas cosas, pero nunca nada malo. No hay fracasos en nuestras vidas que no
vengan acompañados de sonrisas o buenos momentos. ¿Y se puede considerar
fracaso algo a partir de lo cual he sacado todas estas palabras? No lo creo.
Ahora, después de años apartada, esta historia vuelve a la luz con fuerza para
demostrarte lo maravillosa que es nuestra amistad.
Siempre seremos
escritoras, princesas, hadas, sirenas, brujas… Siempre ganaremos incluso cuando
perdamos. Siempre soñaremos con esperanzas hermosas, aunque las arañas
interrumpan la tranquilidad de los sueños algunas veces…
¿Y sabes por qué
pasará todo esto y más? Porque estamos juntas y ya tienen que venir todas las
fuerzas del universo para cambiarlo.
¡Felicidades!
Gracias por leer y déjate llevar por la fantasía...
Es una historia de amistad preciosa. Lo narras todo de una forma tan cuidada y a la vez tan personal... Me encanta, y creo que a Alba también :).
ResponderEliminarJajaja me gusta como dices ese "a Alba también".
EliminarLa historia era un poco más larga, pero lo demás ya era un poco más personal y visto que poca gente se pasa por aquí no he visto necesario compartirlo todo.
Contenta de que te encante.
Un saludo!!